Disculpen ustedes.

Por: Carola Chávez

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No sé cómo dejar de aspirar a tener un país justo, libre y soberano. No sé cómo sentarme a un ladito a ver cómo se desmoronan mis Barrio Adentro, mi Misión Milagro, mi Cardiológico Infantil. No sé como dejar que desaparezcan las Escuelas Bolivarianas, con su desayunos, almuerzos y meriendas para los muchachitos. No sé cómo permanecer impávida frente a la explotación, el hambre, la desesperanza. No sé como no inmutarme mientras una enredadera de desidia se traga lo que con tanta alegría y esfuerzo hemos logrado.

No sabría vivir sin esperanza una vez que aprendí a tenerla. No sabría cómo darle a mis hijas un futuro desvalijado como el que me dejaron mis papás. No sabría verlas partir a buscarse la vida en otro país donde, seguramente, me parirían nietos extranjeros. No sabría heredarles una lucha que yo no fui capaz de hacer.

No sabría despertar cada mañana si la vida no tuviera un propósito más allá de llegar viva a la noche, para volver a amanecer en otro día insípido sin razones para ser vivido. No sabría domesticar mis ideas. No sabría edulcorar la amargura del fracaso.

No sé querer vivir una vida tranquila cuando la tranquilidad implica ceguera. No sé no sentir el dolor de otros, no sé desear no sentirlo. No sé no indignarme ante la frivolidad de las obras de caridad para pobres. No sé no rebelarme contra la estupidez de preferir ser defensora de mis opresores y a la vez que oprimo a otro más oprimible para sentir que no soy yo la oprimida . No sé ser ni el león hambriento ni el herbívoro torpe del darwinismo social.

No sé acomodarme en el término medio de quien empieza algo y no lo termina. No sé considerar el pasado como alternativa. No sé creer que todo lo que es rojo brilla, aunque sé que nada brilla más que el rojo. No sé ceder espacios ganados a pulso, no sé cansarme, no sé soportar la sonrisita burlona de los idiotas que nos creen idiotas. No sé tragarme discursos sin acciones que los respalden. No sé creer que el enemigo es uno solo y que está allá del otro lado. No se desilusionarme. No sé abandonar la pelea justo cuando hay que pelearla… ¡Qué vaina, tantas cosas que no sé!

No sabría regresar voluntariamente al letargo del que nada puede. No sabría arrullar al pueblo para que volviera a dormir. No sabría dar un portazo a los sueños y sentarme a esperar la imposibilidad de que la historia nos volviera a tocar la puerta.

Perdonen que sea tan tonta y tan recalcitrante y que, por no saber hacer lo que no sé hacer, permanezca fiel a mis convicciones. Disculpen ustedes, pero yo no sé, ni quiero saber, cómo bajarme de la revolución.

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